El Comienzo

Esta avisando y no es el almanaque, te esta llamando y más rápida corre la sangre, la foto de una tarde parada en tus ojos, el sonido de los parques, el frío imprevisto y el calor soportable, los latidos y latidos de un corazón que avisa, que hace poco se fue, el miércoles de ceniza, que la cuaresma ya vuela más lenta de lo que quisiera un cofrade de Sevilla, mejor sería olvidarse, ya llegará, pero abres la ventana y la fragancia de azahar te embriaga por los cuatro costados de tus entrañas penitentes, tienes la cita pendiente y como años atrás, se hará mucho de rogar, a cada hora presente y en tu mente el antifaz, y en tus recuerdos vivientes aquellas primeras manos que un buen día te llevaron a tu primera salida procesional. Es como un reloj interno que habita en los adentros y viene de fábrica; hay mil y una señales que te indican que algo esta cambiando, y ahora, si le echas más cuenta a ese grupo de jóvenes y no tan jóvenes que llevan meses ensayando con sus instrumentos a pocos metros de tu hogar o de algún lugar por donde pasas asiduamente; sabes que algo ha cambiado, que estamos en otra fase, no te lo ha dicho nadie y ni siquiera has indagado en fechas, se lleva dentro, se huele, se palpa, se siente y se visiona, se pueden oír alpargatas rasear por el suelo, rachear con la cera del cirio de un nazareno y la brisa de media tarde parece mover las calles, de costero a costero.

Lisonjera venerada,
Por tus años, longeva,
Se te nombra primavera,
En la ciudad encantada,
Azahares y jazmines
Hacen pasillo a tu paso,
Y te recibe un abrazo,
Con cuerpo de flor de lis,
Y ya las rosas de abril,
Las horas las van contando

 

Los naranjos quedaron desnudos de su fruto por defecto, dando paso al azahar, como esperando un encuentro. Los balcones se ornamentan con la parsimonia de una “levantá” a pulso; el miércoles de ceniza nos anunció que entramos en cuaresma, es decir; que nos faltan a partir de ahí, cuarenta días para el inicio, ese comienzo soñado, ese derroche de arte, un año más, que podrá parecer lo mismo, pero que nunca es igual; el paso que te dejó absorto el año anterior en la Alfalfa, el Salvador, o en Campana por citar ejemplos, lo ves en otro lugar y parece diferente, por eso, en todas las semanas santas de todos los años siempre pasa algo distinto, y nunca está todo visto, aunque a veces sean anécdotas un tanto negativas como por ejemplo la famosa y multitudinaria estampida de la madrugada del año 2000, todavía reciente en la retina de todos nosotros por su cercanía en el tiempo.

     No te vi, y sabía que ahí estabas,
Me avisó la primavera,
Con sus rayos de fragancia,
Como siempre encadenaba
Los recuerdos de mi infancia,
Esa esquina, aquella acera,
Aquel jardín de nostalgia,
Donde todavía pasea
La mirada candelaria
Que otorga el cielo a una reina,
Por dónde quiera que pasa,
Te sentía…sabía que habías llegado,
Lo señalaban los balcones
Con sus largas espadañas,
Y  confirmaban las calles
Con sus trajes de gala,
Sentimientos que desgranan
El sentir de un sevillano,
Que por el aire se esparcen,
Y se dividen en tramos,
     Esta es la filosofía,
Que sigue a una cruz de guía,
Y tras sus pasos andamos,
¡Ya llegó!, el gran día,
¡Ya está aquí!, el domingo de ramos.

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