Anunciaba retirada, el sol con su eterna duda,
A mis oídos llegó una voz,
Con melodías taciturnas,
La tarde me estaba hablando,
Y comenzó mi locura
Descansó sobre mis ojos, como se posa una pluma,
como un cuadro de relieve
Con tan etérea figura
Que las puertas de mi mente,
Dieron paso a una pregunta.
¿Cómo te miré tanto, y no logré verte nunca?
La tarde pedía un poema,
Con letras de sal y espuma
Era el todo…el horizonte…el principio de lo eterno,
Arpegios de fina arena que morían como los besos,
Volviendo a resucitar, con los silbidos del viento,
Adornando una silueta que se fundía con el cielo
Era…¡ el momento!
Lucía un traje turquesa, con tonalidades malvas,
Apagados cabellos rubios, y ceñida a su cintura,
Una cinta de blanca bruma, que su figura adornaba,
Zapatos centelleantes, mezcla de luz y plata
Consecuencia de las caricias,del sol, sobre sus aguas
La tarde me estaba hablando…
Sabía que la escuchaba…
Frente al sol cerré los ojos, y me atrapó la nostalgia,
Tantas tardes en tus brazos y ahora que te escuchaba,
Se hizo mía tu agonía, porque la noche acechaba,
Un sordo grito de auxilio
Que en mi alma se clavaba.
No pude parar el tiempo, ni a la noche con su negro velo,
Ni apagar la incipiente luz, de las estrellas y luceros,
Me resigné a despedirme, ¡mañana será otro día!
Más ni siquiera esa frase
Pudo aliviar mi desidia…